Por su interés reproducimos aquí el artículo de Hispanidad:
Con la falta que nos hace el agua y solo
caen cuatro gotas y en tormenta, de golpe, causando estragos. En eso se parecen
las bodas españolas a la lluvia, porque, de un tiempo a esta parte, llueve poco
y mal. Hace unos días se ha hecho público el número oficial de
matrimonios celebrados durante el primer semestre de 2017. Durante esos seis
meses, solo se celebraron 68.769 matrimonios, de los que 54.376 fueron civiles,
13.101 matrimonios católicos, 415 de otras religiones y 877 matrimonios en los
que no consta la fórmula elegida. Así pues, solo el 19% de los matrimonios en
España se acoge al Sacramento de la Iglesia Católica, y esto representa una
caída en picado que se ha producido en muy poco tiempo, porque tan solo hace
diez años las bodas por el rito católico eran mayoría, y hace cuarenta…
¡mayoría aplastante!
Y esta es otra manifestación más del proceso
descristianizador de la
sociedad española, que tan poco preocupa a algunos clérigos, a los que no les
causa alarma, dado que no se traspasan los límites de la Constitución. Como es
sabido, la Carta Magna se ha convertido en el undécimo
mandamiento.
Tan anti-familiar como la izquierda pero que engaña mejor a los
católicos
Nuestra
civilización occidental se ha desarrollado durante siglos girando sobre los
goznes propios de la familia natural. A saber, la formada por un padre, una madre y la
descendencia cuando la había —y
solía haberla, incluso numerosa—, y esta institución era la que generaba el
tejido social, porque con metáfora biológica, se definía a la familia como la
célula básica de la sociedad. En consecuencia, no es muy complicado concluir
que si la célula está sana el
tejido también lo está. Y si, por el contrario, la célula
contrae cáncer, la muerte del tejido resultará inevitable.
Ya
desde antiguo se abrieron vías de agua en la familia, como pudo comprobar y
padecer Moisés con su pueblo que, además de padecer rigidez en las meninges,
tenía tan duro el corazón que el libertador se vio obligado a hacer algunas
reformas, que desfiguraron la institución matrimonial, tal y como la había
establecido el Creador en un principio. Por eso, Jesucristo tuvo que aclarar las
cosas, cuando le plantearon lo del libelo de repudio, y
encumbró el matrimonio natural a la grandeza de Sacramento. El listón se puso
tan alto y a alturas tan hermosas porque en dicho Sacramento, como recuerda el
apóstol, los esposos están llamados a quererse como Cristo ama a su Iglesia.
Los burócratas de la familia se apoyan en
la Iglesia, que les deja hacer.
Son
muchas y muy diversas las causas que debilitan la fortaleza de la familia,
desde los horarios laborales a los
sueldos bajos, desde el vértigo de la vida moderna al
aislamiento que se puede padecer en una gran ciudad, y a lo que se puede
añadir: que si la cultura, que si las diversiones, que si los medios de
comunicación…
Pero
ante la imposibilidad de analizar todas estas causas en un corto artículo como
este, quiero hoy detenerme en describir la plaga de los burócratas de
la familia, que como la del cangrejo americano, cabezota y de
cola corta, está aniquilando nuestro cangrejo autóctono, bastante más
proporcionado de medidas y mucho más sabroso.
Los
burócratas de la familia son los que, so capa de aconfesionalidad, rebajan el matrimonio donde lo
puso Jesucristo y tragan con carros y carretas; de manera
que Jesucristo… ¡No!, que no les hace modernos, pero con los jefes del sistema
lo que también rebajan son sus pantalones, a la altura de los tobillos. Los burócratas de la familia
son mentirosos y
dan el pego, como el cangrejo americano que cuando le ves en el agua no tiene
parecido a como te le encuentras coloradito en un plato, donde es todo
desperdicio y eso a costa de eliminar de nuestros ríos a esos cangrejotes
ibéricos de cola ancha y sabrosa.
España ha dejado de ser católica: por la
Iglesia, tan sólo uno de cada cinco matrimonios.
Es más, los burócratas de la
familia no van de frente contra la familia, se la están
cargando pero de otra manera, no actúan ni escriben como hizo Engels en El Origen de la Familia, cuando
proclamó que “el
matrimonio es una prostitución en que la mujer solo se diferencia de la
cortesana ordinaria, en que no alquila su cuerpo a ratos, como una asalariada,
sino que lo vende de una vez para siempre, como una esclava”.
No, los burócratas de la familia no se confunden con los enemigos que
van de frente contra ella, sino que hacen algo todavía peor:
consiguen los mismos resultados negativos para la familia que la izquierda,
pero engañan mejor a los católicos. Establecen una estrategia maligna y oscura,
montan su chiringuito, se presentan como adversarios del partido que ataca de
frente a la familia porque para eso el otro partido del sistema (el Partido Popular,
por si alguien no lo ha entendido) les engrasa el chiringuito con subvenciones,
procedentes del dinero público, y hasta se atreven a asaltar los espacios
eclesiásticos y a utilizar sus medios de comunicación, porque por muy
aconfesionales que ellos se proclaman, las convocatorias de sus
manifestaciones las hacen en los tablones de anuncios de las iglesias y las parroquias.
Incluso su aconfesionalidad no es
incompatible con tener una existencia parasitaria a costa de ciertas
instituciones religiosas que se dejan, e incluso les jalean. Sin el apoyo de
algunos de los que llaman movimientos o nuevas realidades de la Iglesia, los
burócratas de la familia no son nadie. Causa verdadero escándalo que los
burócratas de la familia se apoyen en la Iglesia,
que les deja hacer.
Los
burócratas de la familia no se pueden sostener de pie por sí mismos porque
carecen hasta de columna vertebral, y solo se ponen en pie gracias a que se apoyan
en un esqueleto exterior prestado. Porque lo dramático de estos burócratas de
la familia es que son cangrejos falsos, y por eso cuando el partido que les
subvenciona machaca a la familia con las mismas leyes que el otro, ni hacen manifestaciones ni declaraciones
y justifican su actuación pidiendo al PP unas ayudas de calderilla para las familias, que avergüenza
recibirlas.
Y por tan mezquinas realizaciones obtienen
notoriedad y consideración pública, porque en el barullo de esta sociedad
enloquecida, lo grave no es que estos elementos se crean Napoleón, lo dramático es que haya
personas e instituciones que se creen que los burócratas de la familia son
Napoleón, o que no se lo creen, pero se portan como si se lo
creyeran porque de ese modo les encuentran una utilidad como organizaciones
pantalla que sirven a sus intereses.
Pero
entre tan grande polvareda se nos pierde don Beltrán y la familia queda
desasistida e indefensa, lo que explica su retroceso hasta el punto que ha
dejado de vivificar el tejido social. Y ahí va otro dato elocuente que daba en
un artículo Luis Fernando Pérez Bustamente:
por cada seis bodas de católicos, se celebra una de homosexuales.
Y por cada seis bodas católicas, un
homomonio.
Y como la plaga del cangrejo americano, que
repuebla los ríos con indeseables elementos a costa de eliminar al crustáceo
ibérico, los falsos defensores de la
familia tienen sumo cuidado en eliminar a quienes de verdad van de frente a
defenderla, sin pagar peajes ni hipotecas políticas a nadie,
porque quien actúa con coherencia en defensa la familia, proclamando
abiertamente los fundamentos cristianos de la misma, les ponen en evidencia y
descubren su juego, que en el artículo anterior describí al hablar del aborto como la “ética delputiclub”, moral que sirve lo mismo para
un roto que para un descosido, para hacer una defensa falsa de
la familia o para prestarse a cocinar en la sede social del chiringuito de la
familia una reforma abortista
haciéndola pasar por una reforma provida. Pero lo dicho, toda
la culpa no la tienen los burócratas de la familia, comparten responsabilidad
con aquellos que les protegen, les apoyan y les rinden pleitesía… como si
fueran el emperador de los franceses.
Javier
Paredes