Rafael López-Diéguez es abogado de profesión. Dicen que de los
mejores. Tiene aspecto de hombre educado y amable. Y de hombre bueno.
Cosa que, seguramente, será a causa de sus arraigadas creencias
religiosas. Dice que está en política para servir y no para servirse.
Pero esto lo dicen todos. Es algo así como la inocencia que reclama el
preso. Aunque, en el caso de López-Diéguez, puede que también sea verdad
porque él no necesita a la política para vivir. Está en política por
vocación de servicio. Lo que pasa es que esa vocación de servicio es
utópica en un partido tan pequeño como AES, del que es Secretario
General. Pero quizás esa utopía sea su prueba del nueve.