4 marzo 2014 - Diario Ya
Francisco Torres García. Escribo
apesadumbrado, rápido y sin detenerme a medir la palabra, molesto por
tratarse de mi tierra murciana, tierra de devociones marianas, pero no
sorprendido.
Hoy cualquiera puede llegar a ser concejal. Basta con
ser aplicado, amigo del cabeza de lista y medrador empedernido; tener
apellidos sonoros con la vetusta crema local y ser conocido por una gran
carrera profesional. Si además eres jovencito y estupiprogre acabas
seguro de Concejal de Festejos y andando el tiempo, si trepas con
fortuna, hasta se puede llegar a diputado regional.
Y ser
estupiprogre es la función que todo alcalde espera de su Concejal de
Festejos para que anime el cotarro gastando los dineros que no se tienen
y dando pan y circo. Como es natural el Concejal tiene como meta estar
en todos los saros y ser el más salo en función. Es lo que demanda la
progresía para perdonar el pecadillo de ser de derechas y por lo que se
pirran los de derechas.
He aquí que llega el carnaval y el
estupiprogre decide disfrazarse y cómo no el objetivo favorito es la
Iglesia. Nada mejor que de cura, monja u obispo, mezclando, eso sí,
sotana o hábito con elementos sexuales que privan a los que acaban
presumiendo de lo que carecen. Y el pueblo sonríe y aplaude, porque
atacar a los curas está bien visto y debe ser promocionado por las más
altas instancias políticas aunque sean del Partido Popular.
Naturalmente
el estupiprogre es siempre del Partido Popular. ¡Cómo no! Hace unas
semanas toda la progresía regional y casi nacional bramó hasta conseguir
el cese de una concejala del Partido Popular, que no era estupiprogre, y
que osó considerar como víctimas de otro terrorismo a las víctimas del
aborto. Tardaron lo que tarda un suspiro en cesarla, no fuera a quebrar
los cimientos del muy beato PP murciano y causar sarpullidos a las
feministas.
Hete aquí que ahora un concejal, a quien los cielos
confundan, del Partido Popular que responde al nombre de Antonio Valero,
de la localidad de Jumilla (Murcia), no porque anduviera preso de los
vapores etílicos, con premeditación y alevosía, con trabajo digno de
mayor empeño –espero que no haya cargado a las arcas municipales su
fechoría-, preparó para el carnaval su disfraz. Y para vergüenza y
escarnio de los católicos -no para la portavoz municipal que todo le
pareció de perlas-, y de los votantes del PP que seguirán votando porque
en el fondo les va a dar igual -pecadillos a perdonar dirán-, se
disfrazó de Virgen de las que procesionan en Semana Santa con palio,
trono y velas incluidas –se da la circunstancia el malhado concejal es
también el representante del Ayuntamiento en las Cofradías y supongo
desfila en Semana Santa-. No sólo es que se cubriera con el ridículo del
esperpento, es que en ello existió –salvo que fuera imbécil o
ignorante- el ánimo de burla y escarnio para con lo sagrado.
Este es
el tipo de político que puebla de estupiprogres del PP. Sólo la voz del
sacerdote se ha alzado contra la ofensa pidiendo su cese, porque este
sujeto ni tan siquiera tiene la decencia -pedir decencia a quien hace
eso sería un exceso- de dimitir y ante la protesta justa se limita -como
si se tratara de una travesura inocente- a pedir disculpas porque lo
que quiere es seguir siendo concejal. La vergüenza y la lección a tener
en cuenta es que el alcalde y el PP guardan silencio y no le cesan de
inmediato como debieran haber hecho. No lo hacen, simplemente, porque
valen mucho más los votos de los progres que de ese puñado de católicos
que padecen un acusado masoquismo y que hagan lo que hagan piensan que
les van a seguir votando. - See more at:
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Francisco Torres García. Escribo apesadumbrado, rápido y sin detenerme a medir la palabra, molesto por tratarse de mi tierra murciana, tierra de devociones marianas, pero no sorprendido.
Hoy cualquiera puede llegar a ser concejal. Basta con ser aplicado, amigo del cabeza de lista y medrador empedernido; tener apellidos sonoros con la vetusta crema local y ser conocido por una gran carrera profesional. Si además eres jovencito y estupiprogre acabas seguro de Concejal de Festejos y andando el tiempo, si trepas con fortuna, hasta se puede llegar a diputado regional.
Y ser estupiprogre es la función que todo alcalde espera de su Concejal de Festejos para que anime el cotarro gastando los dineros que no se tienen y dando pan y circo. Como es natural el Concejal tiene como meta estar en todos los saraos y ser el más salo en función. Es lo que demanda la progresía para perdonar el pecadillo de ser de derechas y por lo que se pirran los de derechas.
He aquí que llega el carnaval y el estupiprogre decide disfrazarse y cómo no el objetivo favorito es la Iglesia. Nada mejor que de cura, monja u obispo, mezclando, eso sí, sotana o hábito con elementos sexuales que privan a los que acaban presumiendo de lo que carecen. Y el pueblo sonríe y aplaude, porque atacar a los curas está bien visto y debe ser promocionado por las más altas instancias políticas aunque sean del Partido Popular.