España es una realidad histórica anterior y superior a cualquier ley civil o Constitución, ideología, partido o forma de gobierno.
Lo que se juega en Cataluña estos días no es la democracia, ni la Constitución, ni un modelo de ordenación del territorio, ni la monarquía. Se juega la unidad de España. Una España que nace con el rey Recaredo y se rehace con los Reyes Católicos.
Algunos españoles –sé que pocos, pero el número no constituye un criterio para juzgar acerca de la verdad y la razón de una afirmación- creemos que la Constitución Española de 1978 no sólo no es el remedio sino que es una de las causas de la consolidación y propagación del separatismo en España.
Por su inexactitud conceptual (el reconocimiento de nacionalidades que no existen como tales); porque instaura un Estado de la autonomías que concede a las regiones competencias que nunca debieron haber tenido; y porque, consecuente con la ideología liberal relativista, permite la existencia legal de partidos cuyo propósito principal es destruir España, algo que han ido haciendo en sus respectivas comunidades autónomas, allá donde han gobernado y, asimismo, en el Congreso de los Diputados, chantajeando a gobiernos sin mayoría absoluta, ofreciendo su apoyo a cambio de beneficios en pro de sus objetivos separatistas.