Los visigodos en España practicaban la herejía de Arrio que negaba la Divinidad de la persona de Cristo.
El rey Leovigildo había mandado ejecutar a su hijo mayor, hoy, San Hermenegildo, por negarse a recibir la comunión de manos de un obispo arriano. Hermenegildo estaba casado con una princesa cristiana y se oponía al arrianismo de su padre.
Después de este brutal acto de Leovigildo, sea por lo que fuere, ordenó a San Leandro (hermano de San Isidoro de Sevilla) que instruyera a su hijo Recaredo, en la fe cristiana.
Recaredo sucedió a su padre Leovigildo, muerto éste, en el 586. Abjuró del arrianismo un año después de ocupar el trono y confirmó su conversión al catolicismo el año 589 en el III concilio de Toledo, convocado a tal fin. Con ello, reforzó la monarquía visigoda al unificar sus creencias con las de la población hispano-romana y aceleró la obra de fusión de ésta con el elemento visigodo. Dispuso un principio de igualdad de derechos civiles de unos y otros y el uso del latín en los documentos públicos.
De este III concilio de Toledo nace el sello político de la personalidad diferenciada de la Nación Española, reforzando su unidad con un vínculo más profundo como es, la fe verdadera.
Todo el pueblo visigodo, siguiendo a su rey se convierte al catolicismo y sin temor a equivocarnos, nos atrevemos a decir q este día comenzó la verdadera unidad de España. Unidad geográfica, que ya existía, unidad política y unidad religiosa bajo un Estado confesional católico que duró casi catorce siglos y… no nos fue tan mal. Hasta la nefasta Constitución de 1978.
