Siendo un chaval, recuerdo esta antífona, que cantábamos en latín durante la procesión de los ramos: “Púeri hebraeórum, portantes ramos olivárum, obviavérunt Dómino, clamántes et dicéntes: hosanna in excélsis”. Que traducida dice: “Los niños de los hebreos, llevando ramos de olivo, salieron al encuentro del Señor, clamando y diciendo, Gloria en las alturas”.
Narra el Evangelista San Mateo, que el Señor montado en una borrica con su pollino, entró triunfante en Jerusalén y una gran muchedumbre de gentes tendía sus vestidos sobre el camino, clamando y diciendo: “Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en el nombre del Señor”.
Pero…¡ay! Cinco días más tarde, ese mismo pueblo pedía: ¡crucifícale! ¡crucifícale! ¡caiga su sangre sobre nuestras cabezas y las de nuestros hijos!
Qué cambiantes somos los hombres y qué fáciles para dejarnos influenciar. ¿Quién o quienes cambiaron la mente de aquellos israelitas que ayer aclamaban al Señor y hoy piden su muerte?. Fueron los sacerdotes de la época y el Sanedrín que se habían conjurado para quitarle la vida por haberse proclamado Hijo de Dios y esto era una blasfemia que no podían soportar.
Hay que decir que hubo tres sanedritas que se opusieron a la condena de Jesús: Nicodemo, José de Arimatea y Gamaliel.
Pues seamos como estos tres doctores de la Ley; no condenemos al Señor con nuestros pecados y vivamos una Semana Santa, meditando la Pasión de nuestro Redentor.
AES - La Rioja