martes, 2 de febrero de 2016

¿EJERCICIO DE INTOLERANCIA?

    Alguien, me acusaba de intolerante, por escribir sobre Sodoma, Gomorra y la Pentápolis, deseándome al mismo tiempo que tenga pronto en mi familia alguien homosexual para ver si así sigo pensando lo mismo.

    Escribo desde mi perspectiva de católico practicante. Intentaremos aclararnos.

    La Divina Revelación, se fundamenta en la Sagrada Escritura (Antiguo y Nuevo Testamento) y en la Tradición.

    El Concilio de Trento enumeró los Libros Sagrados y añade: “Si alguno no recibiere como sagrados y canónicos estos mismos libros enteros con todas sus partes, como se han acostumbrado a leer en la Iglesia Católica y se contienen en la edición Vulgata latina antigua, sea anatema.”

    Estos libros fueron entregados por Jesucristo y los Apóstoles a la Iglesia como sagrados e inspirados.

    El Concilio Vaticano, indica en que consiste esta inspiración: “Porque habiendo sido escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen por autor al mismo Dios.”

    Así pues, mi supuesta intolerancia se fundamenta: en el libro del Génesis, cap. 18, vers. 16 y siguientes. Cap. 19, vers. 1 hasta el 29 incluido. Libro del Éxodo, cap. 20, promulgación del Decálogo. Mandamientos. Libro del Levítico, cap. 18, vers. 22, que está claro como el agua, (“no te acostarás con varón como con mujer, pues es una abominación”), vers. 23 y siguientes. Levítico cap. 20,vers 13, que todavía está más claro. (Si uno se acuesta con otro, como se hace con mujer, ambos hacen cosa abominable y serán castigados con la muerte; caiga sobre ellos su sangre). Epístola de S. Pablo a los Romanos, cap. 1, vers. 18 y siguientes. Epístola 1ª a los Corintios, cap. 6, vers. 9 y siguientes. Carta 2ª del apóstol S. Pedro, cap. 2, vers. 1 y siguientes. Carta del apóstol S. Judas Tadeo, cap. único, desde el comienzo hasta el final.

    Así que no me invento nada ni fui yo quien prendió fuego a Sodoma y Gomorra por causa del pecado nefando.

    Si tuviese un familiar homosexual, le enseñaría la misma moral que les he enseñado a mis hijas y sigo enseñando a mis nietos.

    La doctrina es bien clara; no se condenan las tendencias, sino las prácticas.

    Así que hay que preguntarle al mismo Dios por qué es intolerante con estos usos y costumbres (lo mismo para heterosexuales), aunque sea infinitamente misericordioso con el pecador si se arrepiente de sus maldades.