lunes, 25 de enero de 2016

ESPAÑA Y EL ESTADO DE LAS AUTONOMÍAS

    Este tipo de Estado nadie se ha atrevido a catalogar. ¿Qué es el Estado de las Autonomías? ¿Un Estado unitario o un Estado federal? ¿Es un Estado nacional o multinacional?

    La Constitución de 1978 se presenta como Estado de las autonomías. Se trata según la carta magna de un Estado unitario cuya unidad individual se proclama y al mismo tiempo reconoce y garantiza el
derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran.

    Los problemas planteados por esta figura atípica son insolubles.

¿Donde está la diferencia entre nacionalidad y región? El texto constitucional permanece mudo sin señalar las líneas diferenciales entre ambas.

    ¿Es el gobierno quien decide si una comarca merece el nombre de región o el tratamiento de nacionalidad? ¿Son sus propios habitantes los que así lo deciden haciendo uso del sufragio universal?

    La diferencia entre nación y nacionalidad es inocua. La nacionalidad es el vínculo que liga a la persona con su nación. Soy español porque tengo nacionalidad española y la nación española, la integramos los que tenemos esa nacionalidad. Toda explicación distinta es pura elucubración engañosa que conduce a la confusión.

    Nacionalidad, hablando en plata y no en lenguaje parlamentario no es otra cosa que nación y por eso es una “contradictio in terminis” además de una barbaridad cuando oímos que España es una nación de naciones.

   ¿Es posible una nación compuesta de nacionalidades? La respuesta ha de ser negativa, porque, una de dos: o España como dice el texto constitucional es una nación y entonces no puede componerse de naciones o España no es una nación sino un trozo de geografía, un toponímico, algo adjetivo que utiliza para identificar un Estado, una fórmula gramatical fruto de oscuros pactos que configura un Estado español por una parte y unas naciones por otra.

    Ahora bien; si solo hay un Estado que se apellida español, pero la nación española no existe, ¿cómo podrá sobrevivir un Estado si no existe la nación a la que servir? Si no hay nación o si se ha dejado
de creer en ella, los que asumen las tareas específicas del Estado, necesariamente lo desnacionalizan y lo transforman en un instrumento disolvente de aquello que justifica su razón de ser. Si España es sólo un nombre genérico y toponímico para un conjunto de nacionalidades, éstas por su dinámica interna, pretenderán obtener no un estatuto sino un Estado independiente.¿ No es lo que comprobamos a diario?

    No hay que confundir unidad con uniformidad y un Estado unitario respetará y exaltará las peculiaridades regionales. Y no es lo mismo una administración descentralizada ágil y barata que este engendro imposible, histórico filosófico, político y práctico además de caro que representa el Estado de las autonomías.

    Urge, pues, hacer desaparecer de la escena política a quienes lo hacen posible sean del color que sean.

Ricardo Pascual
Bibliografía: Blas Piñar